3/12/10

La isla Misteriosa de Julio Verne

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Para acrecentar nuestro vocabulario sólo basta abrir un libro, una revista, el periódico, o escuchar detenidamente los documentales en televisión, hasta con las telenovelas el léxico va aumentando con el paso del tiempo.
Lo sorprendente es que la mayor parte del  conocimiento entra por los ojos y no hay más placer que tomar una obra literaria de cualquier autor: contemporáneo, clásico, moderno, romántico; que escriba sobre un asunto interesante, aunque todos lo son.
Dos obras he leído de Julio Verne: La vuelta al mundo en 80 días y la Isla Misteriosa. De la segunda quiero argumentar, porque me dejó anonadado con ese arsenal de términos; es un erudito en el manejo de la palabra; las acomoda como el albañil lo hace con los tabiques. Me agradó bastante la Isla Misteriosa, en cada capítulo va despertando el deseo de seguir leyendo. Por ejemplo, cuando Ciro Smith se pierde en el mar y su amigo Pot se queda con él, este noble animal se dirige a donde los cuatro náufragos ya vivían en su Palacio Las Chimeneas, pues el instinto del animal los llevó hasta donde yacía el cuerpo de Ciro Smith. El ingeniero hacía falta en la isla, era casi un sabio para sus compañeros.
Ya reunidos los cinco colonos, dejaron de ser náufragos, habían sido los descubridores del lugar y no por casualidad, un fuerte huracán los hizo que encallaran aquí; sobrevivían de lo que ahí encontraban: hierbas, animales, frutas y demás. En una de las tantas reuniones que hacían en el lugar descubierto, decidieron darle nomenclatura a todos los espacios que había; a la isla le bautizaron con el nombre de Lincon, entonces así fueron dando nombre a los bosques, a los lagos, a las montañas, a los litorales, a los arrecifes... A todo le dieron nombre y pensaron en el futuro: urbanizar el lugarcito.
Mucha fantasía y ficción hallaremos en las obras de Julio Verne. Su misión es despertar en los lectores el confort de lo maravilloso que es la lectura.

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