Como
cada año, en nuestra Escuela no pasa desapercibida la tradición de las ofrendas
en honor a los que se nos han adelantado, y este jueves 1° de noviembre,
exactamente a las ocho como una ley en la escuela, todos los jovencitos se
formaron en el patio de recreo para recibir sus últimas instrucciones por parte
de sus docentes y en el último retoque se les comentó que tenían treinta
minutos para verificar las narraciones referentes a los fieles difuntos, hechas
por ellos el día anterior. La revisión final sería con sus mismos compañeros en
el salón, posteriormente cada docente iba a seleccionar las mejores narraciones
para que éstas fueran escaneadas y subidas a nuestros sitios de Internet: http://lecturasdechavos.wikispaces.com
La
mañana no estaba tan muerta, unas niñas atrevidas llegaron con vestimentas
alusivas al Día de Muertos; es que en México dicen algunos escritores como
Octavio Paz, que ciertos mexicanos no le tienen miedo a la huesuda y se mofan
de ella a través de esos camuflajes; ¿o será que el miedo se esconde debajo del
temor? Otros niños se echaron su taco de ojo con estas bellas calacas
maquilladas con colores fuertes y los trapos casi todos negros.
Una
algarabía se dejó venir en cada salón cuando concluyeron sus revisiones de las
narraciones, no se ponían de acuerdo los muchachos, a pesar de que en días
anteriores tenían ya todo organizado. No había desorden, simplemente se veía en
ellos un gran gozo por iniciar el montaje de sus ofrendas; unos salían por el
ocoxal, otros por las mesas, otros a picar el papel, unos más desmadejaban las
flores, otros dirigiendo la orquesta. Quién sabe qué pasó, pero casi nadie
respetó su comisión que ya habían implementado entre ellos; lo más sorprendente
es que todos le metían mano al trabajo.
Ya
pasadas unas dos horas, los trabajos estaban concluidos; sobre las mesas como
lo dicen nuestros ancestros, lucían repletas de: flores, veladoras, botellas de
bebidas embriagantes, la foto a quien se dedica la ofrenda, ocoxal, incienso; y
por supuesto, los suculentos alimentos: tamales, mole, pollo, arroz, espinos,
guayabas, pan, tortillas y cañas entre otros. Con todo esto, los difuntos
mexicanos saciaban sus apetitos alimenticios cuando andaban de pie en tierras
mexicanas. Ahora nos toca a los muertos de hambre, después de calificar las
ofrendas, degustar de lo que se puso en las ofrendas antes de que lleguen los
del más allá, no sea que contaminen lo que ya casi estará en nuestros estómagos.
Cada
grupo quería ganar el premio, el cual sería una sorpresa para no
desilusionarnos porque el lunes al reanudar nuestras labores les teníamos que
decir: Jóvenes las tres ofrendas quedaron maravillosas y por lo tanto todos
ustedes se han ganado nuestra amistad, no tenemos con qué premiarlos, y
seguimos siendo fieles amigos.
Feneció
la algarabía en el patio al escuchar a varios alumnos con sus anécdotas que han
escuchado, pero ellos les iban dando luz con algo de su cosecha.
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